¿Quién es dueño de tu Tiempo?
Administrar
el tiempo es una cosa y otra diferente determinar quién es dueño del tiempo de
uno. La diferencia entre ambas es la misma que existe entre Forma y Fondo.
Tiene, por supuesto, beneficios y perjuicios saber
administrar el tiempo, pero el hecho de no ser dueño de él es condicionante
definitivo de la realización del potencial humano. Cierto tamaño alcanza el
hombre en la Vida teniendo potestad sobre su tiempo y otro cuando es la
voluntad ajena quien lo domina.
Por muy desgastada que esté, la afirmación que
sostiene que el Tiempo es el activo principal del hombre, su bien más valioso y
el único recurso que no puede recuperar a medida que lo “gasta”, sigue siendo
una de las verdades más significativas del universo. Tiempo es Vida y Vida es Tiempo. Esta es una relación
ontológica que explica las cosas más básicas e importantes de la existencia.
Todos
los hombres llegan a este mundo con una medida determinada de tiempo que les
corresponde administrar. En ello no hay más discriminación que la definida por
los caprichos del destino y la duración de vida que cada persona tiene. Una
hora de tiempo es el mismo “absoluto” para todos los seres, aunque sea relativa
la interpretación y la vivencia que en ella se tenga.
Habitualmente
el hombre goza de completa libertad para determinar el destino que impone a su
tiempo, y en función de ésa decisión las personas se van diferenciando unas de
otras. La diferencia no se da antes, se produce como efecto del curso que el
hombre imprime en el devenir de su tiempo.
La
primera y sutil decisión que el hombre toma cuando tiene voluntad propia es el
grado de dominio y poder que ejerce sobre su tiempo. Absoluto dueño y señor de
él no puede ser en el contexto de las exigencias sociales que soportan la
dinámica de vida, pero el “grado” de control y poder que aplica es factor
determinante en el carácter que tiene su existencia.
Lamentablemente,
muchos convencionalismos sociales y premisas de “lógica o ética
popular”, condicionan desde temprano las decisiones que las personas toman
sobre el dominio de su tiempo. Estos convencionalismos señalan que el camino
“apropiado” para las personas está definido por la Formación de sus
capacidades, destrezas y habilidades para desenvolverse “competitivamente” en
la vida; condiciones que luego se someten al arbitrio del Mercado para
maximizar las retribuciones.
Esta forma de pensar lleva 95 de cada 100 casos a
la lógica de transar Tiempo por Dinero. Cuando
son las capacidades, destrezas y habilidades, en forma de “materia prima”, las
que se transan en el Mercado, el tiempo que ellas demandan para su ejercicio es
el que se termina negociando. En esta realidad se inscribe el 99.9% de los empleos
y de los auto-empleos que la gente adopta como medio de sustento.
Se
vive en un sistema de alcance mundial que esencialmente forma y prepara
personas para que intercambien Tiempo por Dinero. En ello se basa la economía
global, determinada por un grupo reducido de hombres que tiene clara la visión
y un conjunto de “innumerables” que transita cansinamente el proceso de
alcanzar metas y objetivos para el sistema. Estos “innumerables” venden su
Tiempo y negocian condiciones con el mejor postor.
Hay
un problema importante en esta lógica de gobierno universal; un problema para
el individuo, para la persona: ¿cuánto vale el Tiempo?, o lo que es lo mismo:
¿cuánto vale la Vida? ¡Y ninguna respuesta alcanza a reflejar la realidad!
Nadie puede asignar con facilidad un valor en dinero a su Vida. ¿Por qué
entonces las personas terminan haciendo precisamente eso?
La
respuesta se encuentra en la falta de Consciencia sobre el vínculo intrínseco
que existe entre Vida y Tiempo: la Vida de las personas tiene el valor que se
esté dando al uso de su Tiempo.
Cuando
existen limitaciones al uso discrecional y libre del Tiempo, el valor de la
Vida del hombre se reduce de manera proporcional. Cuando estas limitaciones
están establecidas por otras personas, el valor de la Vida propia está
determinada, entonces, por ésas otras personas: uno vale aquello que las otras
personas “pagan” por el tiempo que uno les “alquila”. Y si este mecanismo de
“alquilar el tiempo” se sostiene a la vez por periodos largos, el “alquiler”
concluye siendo una transacción patrimonial y la Vida del hombre que transa
Tiempo por Dinero se convierte en la “propiedad” de alguien más.
Muchas
personas caen en el engaño sutil de pensar que son dueñas de su destino a pesar
que “alquilan” permanentemente su Tiempo. Se muestran tranquilas (y muchas
veces satisfechas) al efectuar el cálculo del dinero que les significa ésa
transacción y la manera en que ése dinero “cubre” las necesidades que tienen.
Esa tranquilidad no proviene de un valor “mediocre” que le dan a sus vidas, es
el producto de un largo proceso en el que han sido “anestesiados” para aceptar
que la Vida es así. La familia y la sociedad le dicen al hombre que su vida se
desarrollará en un laberinto de socavones como los que tiene una mina, y le
enseñan a transitar esos túneles “con ventaja” para situarse, al menos, en
aquellos túneles que brindan mayor “comodidad y cobijo”. Luego, bien lo ha
hecho quién con mayor habilidad ha transitado esas cavernas y ha terminado por
situarse lo más cerca posible de la “superficie”.
Todo
tipo de Empleo y de Auto Empleo tiene estas particularidades: es una
competencia que se lleva a cabo en túneles oscuros y estrechos que muy
difícilmente llevan a la superficie. La persona que “alquila” su tiempo en un
Empleo y se sujeta a lo que en este sentido dispone el Sistema tiene Dueño,
debe reconocer Patrón. Y toda persona que invierte su tiempo en una tarea cuya
retribución depende exclusivamente del tiempo personal que involucre en
ella, tiene como Patrón a su propio oficio. En ambos casos, cuando se acaba el
Tiempo se acaba el Dinero. En ambos casos las definiciones sobre la vida
propia, son ajenas.
Para tener control de su Vida y su destino el
hombre tiene que ser dueño de su propio Tiempo, debe ejercer soberanía sobre
él. Y dado que en teoría no existe monto de dinero que pueda expresar el valor
de una Vida, no debe negociar su tiempo (que precisamente es Vida) por monto
alguno de dinero.
El
dinero necesario para subsistir y adquirir todas las cosas transables que se
desean, debe conseguirse por medio de la Venta de conocimiento, destrezas,
servicios o productos, no “alquilando” el tiempo propio. Todas las personas
tienen una Capacidad de Producción distinguida de los demás, todos tienen el
potencial de producir algo de valor, y ése “algo” es el que debe transarse en
el Mercado. Por supuesto que ése “algo” habrá demandado tiempo para ser
desarrollado, pero ése tiempo tiene el carácter de una Inversión y no de un
gasto. Es muy diferente Invertir tiempo en crear la Capacidad de Producción,
que “gastarlo” en transacciones por dinero. Es más, en cuanto mayor sea el
tiempo invertido en el desarrollo de la Capacidad de Producción, menor la
probabilidad de tener que transar tiempo por dinero, dado que esto último se da
con mayor frecuencia (al menos en teoría), cuando la persona no tiene capacidad
de producir algo de mucho valor o cuando el valor se acerca sólo a su capacidad
física.
En
la realización eficaz de su Capacidad de Producción el hombre debe transar
Resultados por dinero, debe “vender” (y ésta sí es una habilidad vital de
“supervivencia”), aquello que sabe y que otro (s) precisa y está dispuesto a
pagar. Estos Resultados pueden muy bien ser productos (ideas, bienes, consejos,
soluciones, diseños, sistemas) u objetivos que deben alcanzarse. La persona
debe administrar su propio tiempo para producir aquello que alguien más
necesita y está dispuesto a pagar. No es el tiempo propio el que debe ponerse a
disposición del Mercado, es el Producto de ése tiempo administrado a
discrecionalidad el que se debe transar. De esta manera el “problema” con el
Tiempo pasa a ser de “administración” (eficacia y eficiencia) y no de
“propiedad”. Lo que distingue así a una persona de otra es la habilidad que
tiene de administrar apropiadamente su tiempo para producir aquello que se le
demanda y no la capacidad de soportar y procesar la forma en que otro
administra su tiempo.
Y los resultados de esto no se miden en la cantidad
de dinero que finalmente se gana o acumula, se miden en la Calidad de Vida que
se posee en el proceso de ganar ése dinero. No existe ningún tipo de
calidad en una vida que se pone a disposición de los demás a cambio de dinero.
Es
posible que en el proceso de intercambiar Capacidad de Producción por dinero en
lugar de transar Tiempo por dinero, alguien concluya recibiendo al final menos
dinero, pero a cambio habrá tenido control de su propia vida y posibilidad de
vivirla distante del arbitrio de los demás. ¡Y eso finalmente vale mucho más
que el dinero!
Ahora
bien, es posible que alguien reciba finalmente más dinero transándolo por su
tiempo que por su Capacidad de Producción, pero no es probable. Bien se sabe
que en la vida todo es posible, por ello la dinámica del juego demanda trabajar
sobre las probabilidades. En ése sentido siempre serán mayores las
probabilidades de maximizar la acumulación de dinero si aquello que se transa
para conseguirlo no demanda que se hipoteque la vida. En esta afirmación se
reúnen todas las tesis vinculadas a las motivaciones del hombre y su
productividad, todas aquellas que se resumen en una sencilla y diáfana verdad:
produce más y mejor el hombre por disposición que por obligación.
Este
es un asunto de premisas y no necesariamente de soluciones sencillas. Primero
deben quedar claras aquellas premisas establecidas casi “tradicionalmente” en
la vida y que son completamente incorrectas:
·
No es verdad que el único o mejor
camino para obtener el dinero necesario para el sustento provenga de transar
Tiempo por Dinero. ¡No es verdad!, por mucho que constituya parte de la
ancestral sabiduría popular.
·
No es verdad que el éxito en la vida
(primero habrá que afirmar que el éxito tiene unidad de medida absolutamente
personal), radica en Formar a las personas en ciertos conocimientos,
habilidades y destrezas para que sean puestas a disposición del Mercado.
·
No es verdad que el Empleo
tradicional constituye el vehículo idóneo y por excelencia para transar ésa
Formación en el Mercado.
·
No es verdad que la “Carrera
Profesional” exitosa esté representada por una historia de empleos que han
consumido buena parte del Tiempo y de la Vida. Finalmente a nadie le interesa
eso, ni siquiera a los sistemas que se han beneficiado en algún momento de
ello.
·
No es verdad que la única alternativa
a todo esto sea desarrollar conocimientos en un oficio que se transe en el
mercado sin dependencia de los demás. Este es el auto-empleo que conocen muy
bien los abogados, los médicos, los odontólogos, etc., un sistema que sólo
cambia de patrón y entrona al oficio como el dueño y señor del tiempo propio.
·
No es verdad que todo esto se solucione
o mejore por efecto de acumulación de Conocimiento, puesto que mucha gente con
enorme Conocimiento está igualmente perdido en el circuito o incluso fuera de
él, transando habilidades básicas de ése Conocimiento por un puñado de dinero.
La
Inteligencia es algo diferente al Conocimiento. La Inteligencia es la que
orienta y explota el Conocimiento. Y la Inteligencia es la que se precisa para
salir del circuito.
Pensar
es algo diferente a Saber. El Pensamiento es el que orienta y explota el Saber.
Y Pensar es lo que se precisa para salir del circuito.
¿Cómo
se evita transar Tiempo por Dinero?: activando la Capacidad de Producción en
lugar del tiempo. ¿Cómo se activa la Capacidad de Producción?: aplicando
Inteligencia, en definitiva Pensando.
Le
encanta al hombre la posibilidad de obtener respuestas sencillas, encontrar un
“recetario” para todas las cosas que debe resolver en la vida, pero esta es
otra premisa falsa de suyo propio. Nunca existen respuestas sencillas o ellas
no son, al menos, las más valiosas. A pesar que tenga a su disposición todo el
Conocimiento que la humanidad ha desarrollado en la historia, ésa respuesta que
busca cada quién la debe encontrar en sí mismo. Ésa respuesta se encuentra
PENSANDO, utilizando ésa capacidad con la que la naturaleza ha sido totalmente
exclusiva, ése regalo del que la especie humana es la única destinataria.
Ninguna otra especie puede Pensar, luego ¿para qué puede suponerse que el
hombre tiene ésa capacidad?, ¿para transar su Tiempo físico por dinero? El
hombre se acerca a las especies más básicas (y con desventaja) cuando propende
a sostenerse en su capacidad física, y tiende a perfeccionar su esencia cuando
acude a su intelecto.
Existe
un pensamiento interesante que circula por ahí: “El dinero en abundancia se obtiene
pensando, si no fuese así todos aquellos que cargan ladrillos serían
millonarios”. Mientras algunos observan el “agravio” que ello puede
significar para quienes honestamente ganan su sustento con el sudor de la
frente, otros entenderán que cualquier llamado a que la gente piense constituye
un llamado universal.
Hace
ya muchas décadas el Sr. Napoleón Hill nos decía: “Piense y hágase Rico”. Para
ésa afirmación el Tiempo no importa, porque lo trasciende, como pocas cosas en
la Vida.
Escrito
por Carlos Nava
Condarco
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